¿Qué Sabe Nadie?
No me quisiera ir de aquí,
desde
donde el azahar no huela,
sin
sentir el frescor del arroyo ni el río.
No
me quiero morir
lejos
de las encinas que me hablan,
donde el rocío de la mañana es
sólo Rocío.
¿Qué sabe nadie de unas tardes al
sol
en silla de enea, que buscan las sombras?
¿Qué
sabe nadie de unas buenas tardes bien dás,
de ojos
que te miran mientras hablan,
y en silencio, su voz sigue
siendo escuchada?
¿Qué sabe nadie de migas,
de poleá y de
torrijas,
del incienso, de ganado libre, de
marisma;
de seis niñas en la caja,
que te llevan y te traen y te
clavan;
qué sabe nadie de la guitarra?
¿Del amargor del lentisco, del guarnizo,
del bayunco, de la jara,
del peligro de la llama en la
aulaga;
de palomas sueltas, de la
abubilla,
del abejaruco y del cucú, que nunca se cansa?
¿Qué
sabe nadie de la cultura del café migao,
de
la gloria con los pies en la tierra,
de
las cosas, del cortijo, del arroyo,
del
árbol y hasta del sol,
cada
una, como a conciencia puesta en su sitio?
¿De oles bien marcaos,
de
adiós, que no lo son,
de
cancelas abiertas de par en par;
de
un, -¿se puede?,-
o de
un -¡hasta el corral,-
qué
sabe nadie
si
así en ningún lado se sabe contestar?
¿De
un amigo, amigo,
de
manos bien apretás,
o de
manos haciéndole nudos al aire, al bailar,
y
luego el aire, no se puede soltar?
¿De un buen compás, y vuelta al
yugo,
pero
al yugo, yugo,
yugo
de manos encallás
del
cante entre las ramas del frío olivo,
con las manos acartonás,
del yugo gordo, pero yugo gordo,
y en la cara una sonrisa plantá?
¿Qué
sabe nadie de por qué de una siesta bien echá?
¿Qué
sabe nadie el ser feliz?
¿De mujeres
guapas, de pelo moreno,
largo
y suelto,
y de
envidias al aire porque lo pueden rozar?
¿Qué
sabe nadie de los sabores,
de
los olores, de los colores;
de
un huevo frito, de gallina, gallina;
de
un tostón compartido,
a lo
que sabe, y lo que sabe,
un
puchero con hierbabuena,
un
gazpacho bien
majao,
un
tomate na más con sal,
con
un grillo dando el compás…?
¿O
del silencio?
¿Qué
sabe nadie del blanco o del verde,
de
libertades que nadie nos puede marcar,
de
caminitos estrechos, de caminitos sobre la arena,
de
los niños que parecen niños,
porque niños son;
jugando con sus barquitos,
trocitos
de maderas,
que
sin ser barquitos, barquitos son?
¿Qué
sabe nadie del sol clavándose en el agua,
de
noches de estrellas,
de
raíces gordas y profundas,
de
fusión, de inmigrantes, de bambalinas,
de guantaítas en las espaldas bien dás?
¿Del
amor a la torre,
del
saber ser y estar,
del
respeto a sus mayores,
del
- pase usted primero -,
del roete bien hecho
en
un bendito pelito de nieve?
¿Qué
sabe nadie del clan, clan,
de
la butaca de la abuela,
acunando
el niño para que se duerma
mientras
le canta?:
-¡Duérmete
niño! ¿Quién te ha pegao?-
Clan, clan
-Que
tienes los ojitos de haber llorao.-
Y al niño que le canta
la
abuela le dice:
-¡Hasta
mañana, si Dios quiere!,-
besándole
la blanca frente.
¿Qué
sabe nadie?
¿Qué
sabe nadie,
y
hablan y hablan y hablan…?
¡No
saben nada!
¿Qué
sabe nadie,
¡maldita
sea!,
de
las cosas de mis gentes del sur?
Presentación en Córdoba de la Segunda Edición de mi Primera Antología "La Cazuela de La Espartaría" |
No hay comentarios:
Publicar un comentario