HIJA, MADRE, ABUELA Y EL ETERNO
DESCANSO.
¡Cuánto encierran tu mirada perdida, aún
mirando!
¿Cuántas lágrimas secas quedaron sobre
tu pañuelo arrugado?
¡Ay de aquel que las descifre!
¡Ay de aquel que las haya descifrado!
Me quedo con los vientos de La Marisma
que mecieron los trigos de harina
blanca,
que se hicieron pan bendito amasado por
tus manos,
cochura consagrada por la leña sobre el
horno de barro.
Me quedo con cada una de las verdades de
los surcos de tu frente,
con lo que callan el saber de tus labios
dulcemente apretados,
con tu sentir de sabia, con tu respirar acompasado,
con tu paciencia infinita, con tu luz y
tu caminar pausado.
Y me quedo esperando el largo invierno
para que sobre la lumbre del fuego
me disten tus silencios
el camino que lleva a Ella
mientras tu dolor nos hiere el alma.
Autor:
Manuel Márquez Rodríguez
(Villamanrique)
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