Estaba loco el pincel,
no encontraba su pintor,
ni encontraba la manera
de hacer un nuevo color.
Mezcló el rojo con el verde,
el azul con el marrón,
el violeta y el gris,
el amarillo del sol.
Luego cogió purpurina
que alguien dejó en un cajón,
luego mezclándolo todo
quiso y pintó una flor;
se le cayeron los pétalos ,
el pincel no era pintor.
Miro, busco y espero,
el pintor no aparecía,
cansado ya de esperar
se dio el pincel a la bebida;
luego montó un burdel
que tampoco le fue bien.
Estaba ya tan desecho
que el pincel se hizo bohemio
y cierto día en la calle
topó con un cristal pequeño
que se sentía desdichado,
quería ser un gran espejo.
Y hablaron los dos,
se contaron historias,
se dijeron mentiras,
y el pincel,
cansado de no ser él,
a su casa quiso volver,
pero ya casa no tenía.
Entonces ocurrió,
apareció la mamma,
brocha gorda de Sevilla,
que lo puso a blanquear fachadas.
Le recordó que era brocha en vez de pincel,
que ya no sabía qué hacer con él;
que los disgustos que le daba
le iban a costar la vida,
que si no le daba pena
de su pobre mamacita.
Cuando comenzo a pintar y lo hizo mal, tenia que haberse convencido el pincel de que era su estilo de pintar.
ResponderEliminarGracias Manuel.