Niño, Jesús, Cristo y Muerte
¡Sigues en la cruz solo!
Si fuese suficiente mi voz
la haría de meloja
para aliviar tu alma.
Te abren las puertas.
La endulzaría tanto
que no haría falta que estuvieras
esperando una respuesta.
Respuesta que te huye,
calla, y se te aleja.
¡Suenan las cornetas,
te traen; y pasas!
Si fuese suficiente,
fabricaría palabras con moldes
de terroncillos de azúcar,
y el timbre de mi voz
lo haría de almíbar en el vibrato
de los campos fértiles de mi garganta.
¡Te vas y te quedas!
Te he encontrado en mis miserias,
en mi soledad, en mi hablarme
y he gritado en voz baja
desde mis sienes a tu silencio
que se calle, pero no se calla.
¡Vete, vete…!
¡Sangre, sangras!
Siempre brota.
¿Cuánto tiempo derramándola
y aún siguen verdes las espinas?
¡Te vas y te siguen!
Y más sangre viene
sobre un pecho
que se derrumba
entre oro y plata;
¡bella al menos es la música!
Se va en envoltura
de pena y de sangre,
pena sangre, e inútiles lágrimas.
¡Todo acaba aquí afuera!
Se va el bullicio,
Sólo queda la cera,
en el paladar el incienso,
y el naranjo esperando
otra nueva primavera.
¡Los clavos siguen en tus manos!
Mi voz no es suficiente,
sigues esperando respuestas.
¿Por qué, por qué…?
Aún te preguntas.
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